Soy Teresa Ballesté, y esta es mi historia

Desde pequeña, siempre sentí la necesidad de encontrar algo que realmente me representara. Pasé por varias fases: maquillaje, educación, producción audiovisual... hasta que, casi por accidente, hice una camisa para un amigo en una academia de patronaje. ¿Quién iba a decir que esa camisa sería mi entrada a la obsesión que cambiaría mi vida?

Fue ahí cuando tuve mi primera gran revelación: quería hacer camisas. La segunda: quizás estaba un poco loca, porque ni siquiera sabía que la camisería era un oficio real (tardé años en enterarme). Pero la ignorancia es valiente, así que monté un taller y me lancé sin mirar atrás, aceptando cualquier tipo de encargo.

Aún así, mi corazón siempre volvía a lo mismo: las camisas.

Los inicios nunca son fáciles...

Aprendí a base de prueba y error, y sintiéndome muy sola, hasta que entendí que, sin aprender de los mejores, no iba a llegar muy lejos. Con la osadía de una novata, me planté en las mejores sastrerías de Barcelona pidiendo trabajo. La respuesta fue clara: "No estás preparada".

Pero si algo me define es la cabezonería. Insistí durante años, hasta que un día, en plena crisis por sentir que la oportunidad no iba a llegar nunca, escribí una carta donde volqué todos mis anhelos por aprender a una de esas sastrerías. Ese arrebato cambió mi vida.
Justo ese día, una de las oficiales de camisería más veteranas se jubilaba y el dueño había decidido formar nuevas generaciones. El viento empezó a soplar a mi favor. Nunca olvidaré la primera vez que me vi delante del que acabó por ser mi maestro, me miró de arriba abajo y me preguntó: "¿Sastrería o camisería? No son lo mismo”. Y yo respondí, sin dudar: "¡Camisas!". Mientras celebraba en mi foro interno que mi instinto funcionaba mejor de lo que pensaba.

Porque a veces, las mejores historias no solo se cuentan, también se visten.

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